lunes, 11 de mayo de 2015

MUSEO Y TIENDA DE ARTESANIAS Y FOLKLORE OLGA FISH



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Nació en Budapest, capital de Hungría, que entonces era parte del Imperio Austro-Húngaro, el 29 de Enero de 1901, en el seno de una familia de religión judía. Su padre Maurice Anhalzer, era nativo de Eslovaquia, comerciante en objetos de vidrio, loza y porcelana fina, tenía, pues, una situación acomodada.

La mayor de cuatro hermanos, todos hombres. Desde pequeña demostró inclinaciones artísticas y firmeza de carácter pues de cuatro años afirmó categóricamente que quería ser pintora.



En 1906 su familia se trasladó a vivir en la localidad industrial de Gyor, tenía una institutriz que le enseñaba alemán, ingresó a la primaria y comenzó a coleccionar, artesanías populares. Desde que una vez encontró una artesanía popular. Era una concha con rosas. La enseñó a sus padres y le dijo que esa concha le gustaba mucho. Fue el primer contacto que tuvo con el arte popular y de allí se le metió la manía de buscar y coleccionar todo lo raro. Pronto tuvo una gran cantidad en una vitrina de su dormitorio.A los dieciséis años logró que la aceptaran como alumna privada en el Gimnasio de los Benedictinos donde todos eran novicios de la Orden, incluso el que hacía de director de sus estudios. Al final del año rindió exámenes de Latín, Matemáticas y Geometría.

En 1919, después de la I Guerra Mundial, trabajó con la profesora Vally Wieseltier en Viena, como diseñadora en cerámica de la fábrica Wierner Werkstatte, al mismo tiempo dibujaba para el periódico social demócrata "Népszava" de Budapest e ilustró varios libros de Emilio Zola en ediciones alemanas.

En 1920 fue dibujante para el periódico "Arbeiter Zeitung" de Viena y conoció a Kunfi Zsigmond, figura importante en la historia húngara. Ese año murió su padre y con parte de la herencia se trasladó a Dusseldorf, en la llamada República de Weimar, estudió pintura en la Kunstakademia y casó con el escultor Jupp Rubsam.

Entonces comenzó una etapa de trabajos, pintando y dibujando con gran intensidad. También acompañaba a su esposo en todos sus proyectos, especialmente en el diseño y construcción de una monumental obra dedicada a la guerra, que al inaugurarse en 1927 motivó una crítica mordaz del General Ludenforf, brazo derecho del Canciller Hindemburg, porque era una glorificación de la paz.

Hacia 1930 se separó y divorció de su esposo conservando sin embargo su amistad y el 32 casó en segundas nupcias con Bela Fish, organizador de ultramar de una fábrica de cemento italo-yugoeslava.



Entre el 33 y el 34 vivieron una temporada en Marruecos, tuvo la oportunidad de viajar por el interior de ese exótico país y comenzó su primera colección de artesanías y objetos populares.El 34 volvieron a Alemania pero la encontraron cambiada por el terror y dominio nazi. En las calles, hoteles, restaurantes se leía “Perros y Judíos, la entrada prohibida". Por eso pasaron a Gyor, su esposo consiguió colocación y partió al Brasil.

El 35 Olga viajó a bordo del dirigible Graf Zepelín a Pernambuco y Río de Janeiro a encontrarse con su esposo. Allí pintó tipos populares como antes lo había hecho en Marruecos y compró artesanías.

El 37 retornaron a Gyor, solamente vivían sus tres hermanos, pues su madre y abuela habían fallecido. Después siguieron a Italia, en Palermo tomaron un vapor con destino a Eritrea donde vivieron un año, que Bela Fish dedicó a su trabajo y Olga a sus pinturas, “siempre me gustó la gente primitiva, sencilla, eso que llaman el subdesarrollo”. Y cuando el 38 terminó el contrato decidieron trasladarse a París y a New York a conseguir la ciudadanía norteamericana, pero les fue imposible por cuanto el cupo de inmigrantes húngaros estaba lleno. En esa última ciudad realizó una exposición de sus pinturas de Eritrea y se relacionó con la revista Vogue y su director Conde Nash.



Un día contactaron a Arthur Fried, quien les invitó a viajar a Quito donde él tenía su residencia. Olga y Bela convencieron a su hermano el Dr. Geza Fish, su mujer y dos hijos y tramitaron sus Visas a través del Cónsul Ecuatoriano en Génova.Luego de un viaje sin incidentes a bordo del vapor "Orduña", arribaron al puerto de La Libertad en Junio de 1938 y siguieron a Quito en tren. Poco después Bela entró a trabajar a una vidriería y Olga fue contratada como profesora de la Escuela de Bellas Artes por su Director Pedro León Donoso, con S/. 250 mensuales de sueldo. Allí amistó con profesores y alumnos y pronto se hizo conocida en el ambiente artístico; igualmente, a través de sus contactos personales fue adentrándose en el folklore ecuatoriano, empezó a diseñar y le surgió la idea de fundar un almacén de compra y venta de objetos típicos y artesanías del país, pero le faltaba el capital inicial. Demás está indicar que había empezado a adquirir objetos de arqueología, artesanías y motivos populares que iniciaron su actual colección, la tercera en su vida, pues las dos anteriores, la de Hungría, Marruecos y Eritrea se perdió en Gyor durante los aciagos días de la II Guerra Mundial y la del Brasil naufragó con el vapor cuando iba hacia Europa. La propia Olga ha relatado en sus Memorias la forma en que consiguió poner el almacén: "Nuestra casa iba siendo poco a poco un lugar que tenía cierto interés por la pequeña colección que poseíamos. Un día, un señor preguntó si podía visitarnos. Al llegar, se presentó como Lincoln Kirstein, Director del Museo de Arte Moderno de New York. -He oído que Uds. tienen una pequeña colección y querría verla. Entre las cosas que teníamos, vio en el suelo, sobre una estera, una alfombra pequeñita que yo había diseñado y me la hicieron en Guano. Reparó en la alfombra y preguntó que quién la había hecho. Respondí que yo. Me dijo entonces, ¿Quisiera hacer Ud. una alfombra para el Museo de Arte Moderno de New York? El precio fue pactado en trescientos dólares para una alfombra de 2,75 x 3,65 m. El señor pagó y con ese dinero abrimos el almacén Folklor en la calle Tarqui.



"Bela se dedicaba a la administración y Olga a la parte creativa. Allí también exponía y vendía sus pinturas y como es una consumada políglota pues habla perfectamente bien el húngaro, alemán, francés, inglés, español e italiano, su almacén se llenó de clientela extranjera. Lástima grande que nunca le dio por aprender el quichua, idioma que la hubiera comunicado íntimamente con los indígenas.

Es necesario anotar que desde su arribo a Quito se había inspirado en motivos autóctonos ecuatorianos para sus diseños, que por ello son algo propio. Igualmente, tuvo el acierto de no influir en los diseños de los diferentes pueblos y comunidades indígenas que visitaba y conocía, respetando sus creaciones.

Sus primeros éxitos artísticos y comerciales se debieron a la hermosura de sus alfombras, pues, valiéndose de los hábiles tejedores de Guano y de que les hizo cambiar el flojo nudo tradicional de esa zona por el fuerte y tupido nudo persa, consiguió ejemplares que competían exitosamente en los mercados mundiales, al punto que decidió con el tiempo establecer un taller de tela al lado de su domicilio y almacén, logrando confeccionar sus pedidos mayores para el exterior, incluyendo las cinco grandes alfombras de 28 x 30 pies que adornan diferentes salones del suntuoso edificio de las Naciones Unidas en New York.



Las libertades artísticas que asumía en sus alfombras las hacían extravagantes al gusto de los quiteños de la década de los cuarenta, acostumbrados a unos motivos florales seudo acacémicos, que se repetían desde muchos años atrás sin una base artística original. Su creatividad le abría mercados y en 1950 fue invitada por la compañía "Schumacher" de decoración de interiores, que quería obtener la exclusividad de sus alfombras. Le organizaron conferencias de prensa, una campaña publicitaria por la televisión que recién salía en esos meses y el New York Times le dedicó largos artículos.



En 1951 viajó a las islas Galápagos formando parte de un grupo expedicionario de treinta personas. El recorrido la maravilló aunque no estuvo exento de peligros e incomodidades. Después visitaría las islas de San Blas en Panamá, habitadas por los indios Cunas que producen esa maravillosa artesanía llamada Molas.

También viajaba por el interior del país. En Otavalo compró la primera faja y la primera blusa bordada de las miles que después vendería en su almacén y diseñó con una variación bastante grande, muchas telas que en su mayoría las tejía Julián Muenala y confeccionaba con ellas vestidos de los materiales más ligeros y de los más gruesos hacía ponchos, sacos y chalecos. Tenía desfiles de moda en el teatro Sucre con chicas de sociedad, de suerte que el negocio de folklore creció rápidamente y tuvieron que mudarse a un edificio grande y vistoso de la Avenida 6 de Diciembre, en cuyos parterres sembró los árboles frondosos que aún existen en esa zona. Su nombre era famoso y su arte respetado.

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